Todos los días, muy de mañana, una pequeña hormiga llegaba al lugar de trabajo y se ponía inmediatamente a realizar sus labores. Ella, altamente productiva y feliz, estaba bajo las órdenes de un león que, sorprendido por su alto rendimiento ajeno a cualquier tipo de supervisión, pensó: -«Si este diminuto himenóptero es capaz de producir a tal velocidad sin ser controlado por nadie, ¡qué no hará de estar vigilada constantemente por un superior!».
De este modo fue cómo el gran rey de la selva decidió contratar a una cucaracha, la cual era conocida por los excelentes informes que elaboraba y por su ilimitada experiencia en asuntos de supervisión. Tanto es así, que la primera medida impuesta por la “blattas orientalis”, consistió en instalar un sistema de fichado a fin de verificar la hora de entrada y salida de la pobre hormiga. El otro precepto que estableció, fue emplear a una lombriz para dictarle la manera en que, a partir de entonces, se desarrollarían los informes. ¡Ah!, casi lo olvido, también se reclutó una araña que se encargaría de los archivos y la atención al cliente.
Entretanto, y como el león se mostraba encantado con el bregar de ésta, le pidió si podía, también, confeccionar gráficos de los los tiempos de producción y las tendencias del mercado, para presentarlos en futuras reuniones de empresa. Y la cucaracha, que siempre hacía gala de una actitud obediente, compró un ordenador y una impresora láser con escáner, además de asalariar al técnico pertinente con el objetivo de crear un departamento informático donde se gestionase el software.
La hormiga, otrora altamente productiva y feliz, se le veía ahora reír con menos frecuencia y realizar sus tareas cada vez con mayor lentitud debido a las modificaciones introducidas, modificaciones que odiaba y a las que llegaba a dedicar más tiempo que a sus funciones propiamente dichas. Y pasaron días, meses e, incluso, algún año, antes de que el gran rey de la selva concluyese en lo siguiente: -«Como dirigir y asistir a las reuniones de departamento donde trabaja el insignificante himenóptero me resta un tiempo demasiado valioso, haré otra nueva incorporación. ¡Ficharé un director de departamento!».
Entonces apareció en escena la cigarra, cuya decisión primera estribó en adquirir una alfombra y una silla ergonómica para su despacho. Por supuesto, la recién contratada también necesitó de un ordenador y una lombriz que llevara a cabo sus inherentes quehaceres ayudándole, claro, a preparar el plan estratégico de optimización del departamento.
Como puede suponerse, el lugar de trabajo de la sufrida hormiga acabó convirtiéndose en un espacio triste, donde nadie sonreía y muchos andaban alterados. De tal guisa que la cigarra convenció al león: -«Honorable superior, es absolutamente necesario realizar un estudio climático del entorno cuanto antes». Y el jefe, que analizó los gastos ocasionados y advirtió la evidente bajada de productividad en la hormiga, firmó a un búho de contrastada solvencia en el ámbito de la consultoría, a quien impuso el cometido de emprender una auditoría que sugiriera soluciones.
La enorme lechuza, que invirtió tres meses en hacer el mayúsculo informe, al fin dictó sentencia: -«Para la producción generada, hay demasiado insecto trabajando en el departamento».
¿Y a que no adivinas por dónde inicio el león la criba?. Eso es, por la hormiga so pretexto de “bajo rendimiento” y “conducta negativa”.
Una historia que se asemeja horrores a la realidad, ¿verdad?. Y es que todo parecido con cualquier gran empresa de este país, no es pura coincidencia.
¡Hay que joderse!.
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